Clases de danza: breve repaso histórico

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Normalmente la gente, en pareja o de forma individual, decide acudir a clases de danza porque le gusta bailar y quiere perfeccionar su técnica. O también porque desean activarse físicamente pero no soportan la rutina de un gimnasio. Pero pocos se detienen a pensar en la profunda dimensión de este arte íntimamente arraigado a la existencia humana.

Danza como expresión cultural

La danza es una expresión corporal, que existe desde tiempos ancestrales e incluso en otras especies. En los humanos, suele ir acompañada de música o algún otro tipo de ritmo acústico. Está registrado que ha existido en todas las regiones del mundo y en todas las épocas. Si bien con el tiempo ha ido variando su propósito y evolucionando para adaptarse a cada momento y situación. La danza comenzó siendo un ritual mágico para invocar el favor de los dioses. Probablemente se acompañaba de percusión con las manos en forma de palmadas o golpes de pies contra el suelo, y algún tipo de cánticos corales. Aunque pronto se empezaron a inventar instrumentos musicales. La flauta más antigua encontrada tiene 36 mil años de antigüedad. Lo más sorprendente de todo es el misterio de por qué y cómo el ser humano comenzó a transformar el lenguaje corporal en un arte.

La danza es sumamente rica y llena de matices y variaciones. Tanto es así que cada región tiene su propia expresión corporal, adquiriendo una gran importancia en la cultura de la zona y en la transmisión de la tradición popular. Es mucho más que un simple pasatiempo: es identidad. Algunas danzas regionales o folclóricas son además un reclamo turístico que atraen a millones de visitantes. Por ejemplo, la samba en el carnaval de Río, las danzas indonesias, el baile del vientre o los delicados movimientos del kabuki o teatro japonés.

Clases de danza: cómo elegir mi estilo

Hoy día, la danza tiene un significado más amplio que el ritual o el de identidad de grupo. Gracias a escuelas como Dancemotion, tomar clases de danza está al alcance de cualquiera. Dependerá de la implicación individual y del propósito de cada uno. Lo que está claro, y es importante tenerlo presente, si aspiramos a ser unos buenos bailarines, es entender que la intención principal del baile es transmitir emociones. Por eso es fundamental saber elegir el estilo que mejor se adapte a nuestro temperamento. Algunos tipos de movimientos unidos a su ritmo correspondiente, harán que nos resulte más fácil sacar lo que llevamos dentro. Por ejemplo, si eres una persona disciplinada, detallista y rigurosa, seguramente te encaje mejor un tipo de baile en el que la ejecución esté muy definida, como el ballet, el tango o el vals. Si, por el contrario eres alguien a quien le cuesta ceñirse a las normas, preferirás estilos menos rígidos y casuales, que dejen más espacio a la improvisación, como el funky, el jazz o el swing.

Independientemente de la profundidad emocional, social e histórica del baile como expresión corporal, aquellos que se animan con las clases de danza tienen una sola idea en mente: pasarlo bien. Existen otras muchas motivaciones, por supuesto. Como ponerse en forma, conocer gente, alcanzar metas y, por qué no, atraer miradas. Pero el baile es, ante todo, una gran herramienta para la diversión y por lo tanto, para la felicidad.

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